El bar del oro

CERRADO POR CESE DEL NEGOCIO.

lunes, enero 16, 2006

DaMiA y LaS fLoReS dE cOlOrEs...

Damia tenía un jardín. Era el único entretenimiento que tenía de pequeña, ya que la economía en casa era algo baja y no le podían comprar muchos juguetes; los que tenía comenzaron a hacerse infantiles y viejos, y Damia ya no los podía aprovechar. Su abuela, que siempre quiso el bien para Damia, le hacía muñecas de trapo y casitas en cajas de cartón; creaban nuevos juegos de mesa y le enseñaba tareas de la casa para cuando Damia se hiciera mayor. Una de ellas era la de mantener un jardín y, por ese motivo, su abuela le sembró en un trozo del jardín todos los tipos de flores que pudieran existir. Lo valló y escribió en él "El Jardín de Damia", para que todo el mundo supiera que era suyo, de su responsabilidad. Damia era muy feliz con aquel jardín.

Llegó el verano y Damia se levantó para ver su espléndido jardín. Todas las flores jugaban y se divertían. La flor celeste se divertía en el columpio que las flores rosa y roja hicieron con sus hojas; la flor verde jugaba al escondite con la flor amarilla; mientras que las flores lila, negra y blanca se entretenían echando una partida de cartas. Todas ellas reían, jugaban y se divertían al son del viento rozando por sus delicados pétalos. Allí no existían las preocupaciones, ni el dolor, ni la tristeza ni la melancolía. Solo era un simple jardín en una humilde casa.
Pero una extraña mañana de Agosto las cosas comenzaron a cambiar. Todas las flores se encontraron con el nacimiento de varias flores a su alrededor. Comenzaron a brotar de sus pequeñas moradas sin avisar. Primero salió la flor naranja, que decidió ir corriendo hacia la flor amarilla y fundirse en un gran abrazo; seguidamente surgió la flor fucsia, que brotó con fuerza y colocarse justo al lado de la flor rosa para hacerse su amiga. La flor granate fue más osada y arrancó a la roja y huyeron de aquel lugar. La flor morada, algo tímida, miró a su alrededor hasta percatarse de la belleza de la flor lila, con la cual tuvo que pelear para conseguirla. Finalmente, brotó la flor gris, quién cogió a la flor negra y comenzaron a pasear con sus hojas entrelazadas entre sí. Todas eran felices, pero algo les corroía por dentro y decidieron echar la vista atrás. ¿Con quién estaba la flor blanca?
Con nadie. La flor blanca estaba sentada encima de una piedra, con la cara triste y las manos pegadas a ella para sujetarla. No pudo entender dónde se quedó su flor. Todas las demás flores, una por una, le decían que si quería unirse a ellas, pero la flor blanca no quería estorbar. A ninguna de ellas le dijo que si y siguió sentada en la piedra, esperando a que de aquellas semillas volvieran a nacer nuevas flores para que la acompañaran y jugaran con ella.
Después de dos veranos, la flor blanca sigue sola en el jardín. Volvieron a nacer nuevas flores, pero ninguna blanca o semejante a ella para no sentirse sola. Se sentía sola; feliz por sus compañeras, pero sola. Nunca comprendió el porqué no tuvo nunca una compañera para compartir, vivir y seguir su vida como todas las demás flores.
(Dedicado a todos aquellos amigos míos que han encontrado pareja en estas pocas semanas. El amor es lo más bonito en el mundo y hay que saber tratarlo.
Dedicado también a todas aquellas flores blancas que desean no estar solas nunca más. El amor aparecerá cuando menos lo esperéis. Os lo prometo...).